El desafío más urgente de nuestro sistema educativo es preparar a los ciudadanos para afrontar este contexto social que vivimos y que es VUCA (Volátil, Incierto, Cambiante y Ambiguo) en la era de la información y la tecnología.
¡Fijaos qué paradoja! Nos encontramos en la era de la información
y la tecnología, del Big Data y la Inteligencia Artificial; y es precisamente
ahora cuando más incierto es el escenario social en el que nos movemos. Parece
contradictorio que cuantas más herramientas y tecnología disponemos para predecir
el futuro, resulta que los escenarios que tenemos que superar son más impredecibles.
Disponemos en las últimas fechas de ejemplos claros que no podíamos prever que
sucedieran, al menos los ciudadanos de “a pie” y que han sucedido: el Brexit
con el proceso de salida del Reino Unido de la Unión Europea, la elección de
Trump como presidente de Estados Unidos e incluso el último “cisne negro” con
el Covid-19, entre otros.
Por tanto, los contextos y escenarios sociales,
profesionales y empresariales que rodean la vida de las nuevas generaciones en
nada se parecen a los escenarios y contextos que rodeaban el crecimiento de
generaciones anteriores. Sin embargo, los dispositivos educativos vigentes son
esencialmente los mismos que se establecieron siglos atrás, salvo la urgente
aplicación de la tecnología en la impartición de las clases en la época del
Covid-19 y la democratización de plataformas como Zoom, Teams, Blackboard, etc. y que han llegado para quedarse.
Si queremos que las generaciones actuales y futuras puedan
afrontar con éxito los nuevos desafíos de la sociedad contemporánea,
necesitamos modificar el dispositivo educativo que tanto nos ayudó en otras
épocas para la erradicación de la ignorancia y para caminar hacia la evolución social
y la consolidación de una cierta igualdad de oportunidades. Esto se traduce en
revisar el currículo formativo organizado por disciplinas hasta llegar al
desarrollo de competencias sociales y profesionales, los métodos de enseñanza –
aprendizaje que sean próximos a los que el ciudadano debe enfrentarse en su
vida real y profesional, los sistemas de evaluación y calificación que deberían
estar orientados hacia la resolución de problemas que desarrollen capacidades
humanas y profesionales o la aplicación de la tecnología pero necesariamente modificando
la metodología docente para el desarrollo de nuevas competencias etc.
En el centro de todo este cambio a nivel institucional se
encuentran los centros educativos y de formación, pero hay un pilar esencialmente
protagonista: el docente.
Así pues, necesitamos elevar y reconocer socialmente a una
dimensión superior a la figura docente para empoderarla y que, el nuevo docente,
sea un profesional capaz de comprender la complejidad y la incertidumbre de la
era contemporánea y comprometido con la misión de acompañar, orientar y
estimular al desarrollo y aprendizaje de cada uno de los alumnos a su cargo,
independientemente de la etapa formativa en la que se encuentre.
El docente debe prepararse para desarrollarse a lo largo de su larga vida profesional porque su impacto es fundamental en la sociedad. A la siempre difícil y compleja actividad docente ahora toca prepararse para analizar y trasladar al aula los métodos docentes necesarios para tener mejores ciudadanos preparados para superar la complejidad social actual. Ello significa que los docentes deben buscar una preparación de vanguardia y utilizar todos los medios de aprendizaje (formación) y acompañamiento (mentoring, coaching, etc) para desarrollar competencias o cualidades humanas personales y profesionales, como sistemas complejos de comprensión y actuación, que requieren prácticas, vivencias, experiencias auténticas en contextos reales y reflexión, debate y contraste abierto de saberes personales y profesionales.
Desde aquí mi reconocimiento a todos los docentes que se
entregan a su profesión y que están cambiando este mundo, a través de preparar
a ciudadanos capaces de crear una sociedad mejor.
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